lunes, 13 de diciembre de 2021

13 de Diciempre: Día de Santa Lucia

 

Hoy como cada 13 de diciembre, la Iglesia celebra la fiesta de nuestra Patrona, Santa Lucía, mártir cristiana la cual Murió dando su vida por Cristo durante la “Gran Persecución” organizada por el emperador Diocleciano.
La relación entre Santa Lucía y los ojos viene del echo de que, como castigo por proclamar a Cristo, sus verdugos le habrían arrancado los ojos y, aún habiendo sufrido semejante atrocidad, Dios le habría devuelto la vista. Por eso se la conoce como la protectora o patrona de la vista.

Esposa fiel de Cristo

De acuerdo a las “Actas de Santa Lucía”, la santa nació en Siracusa, Sicilia (Italia), en el seno de una familia noble. Sus padres eran conversos al cristianismo y por eso se preocuparon por educarla en la fe. Tras la muerte de su padre, Lucía se acercó al Señor buscando consuelo y fortaleza para afrontar el dolor que la embargaba. Dios se convirtió en su protector y ella prometió, en secreto, virginidad perpetua. Eutiquia, su madre, sin saber de la decisión de su hija, la ofreció en matrimonio a un joven pagano.

Eutiquia padecía de hemorragias y Lucía, con el propósito de ganar su favor, le aconsejó que fuese a orar a la tumba de Santa Ágata de Catania para pedir su curación. Si un milagro ocurría, quizás Eutiquia accedería a liberarla del arreglo matrimonial.

Dios escuchó los ruegos de la madre y le devolvió la salud. En señal de gratitud, ella le ofreció a Lucía acceder a cualquier cosa que le pidiera. La joven rogó que no la obligue a casarse, confesándole su deseo de consagrarse a Dios y repartir la fortuna familiar entre los pobres. Eutiquia, segura de cuál era la voluntad de Dios, le otorgó el permiso a su hija.

Al enterarse, el pretendiente de Lucía se enfureció y la denunció ante el procónsul Pascasio, acusándola de ser cristiana. Eran tiempos de la persecución de Diocleciano y el procónsul la amenazó de muerte para que desistiera de su postura, pero Lucía respondió: “Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo”. Acto seguido, el procónsul, para alejarla de Dios, ordenó que sea llevada a un prostíbulo, pero ella, sin dar un paso atrás, dijo: "El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente".

Los guardias romanos intentaron moverla a la fuerza hacia el prostíbulo, pero milagrosamente no pudieron. Entonces trataron de quemarla y tampoco pudieron. Por último, le sacaron los ojos y le cortaron el cuello. Aun en ese estado, en su agonía, Santa Lucía parecía seguir viendo y, mientras se desvanecía, mostraba una fuerza inusitada para exhortar a la fidelidad a Cristo.

Los ojos de Lucía

A Lucía se le suele representar con una bandeja en la mano en la que yacen los ojos que le fueron extraídos. Y es que existe un relato que difiere del anterior, en el que aparece como víctima del acoso de un pretendiente, a causa de la belleza de sus ojos. La joven, para liberarse de él, se habría sacado los ojos y se los habría enviado. Dios, en recompensa por su modestia, le habría devuelto la vista dándole otros ojos aún más bellos.

En la Edad Media, periodo en el que la devoción a Lucía se fortalece, se empezó a pedir su intercesión contra las enfermedades de los ojos y su nombre se vinculó al vocablo “Lux”, que en latín quiere decir “luz”. Esto reafirmó aquellos relatos en los que el tirano mandó a los guardias que le sacaran los ojos sin que ella perdiese la visión.

En 1894 fue descubierta una inscripción sepulcral en las catacumbas de Siracusa que llevaban el nombre de Santa Lucía, mártir del siglo IV.

"El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente"

Aquella afilada respuesta de Santa Lucía de Siracusa produjo ecos importantes en la teología moral, siglos más tarde. Santo Tomás de Aquino reconoció la profundidad y fuerza moral de sus palabras: "El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente". Para Santo Tomás estas corresponden con el principio moral de que no hay pecado si no hay consentimiento en el mal. Una persona puede mantenerse pura y santa si no consiente el pecado, aunque fuese forzada o violentada; no presenta mancha alguna ante Dios.


Santa Lucía,       
¡Ruega por Nosotros!